Sólo pensar que podría estar 12 días sin verle me provocaba un punzante y agudo dolor en el pecho que me impedía seguir respirando con normalidad.
Impedía que el aire entrara y saliera de mi cuerpo al ritmo al que estaba acostumbrado y obligó a mis ojos a estallar mediante un calmado y triste sollozo.
Afortunadamente él se encontraba dándome un abrazo y despidiéndose cuando mis lágrimas comenzaron a caer. Me daba un beso y me susurraba que dejara de llorar... una presión indescriptible, como si un camión te estuviera pasando por encima, te estuviera aplastando el pecho y vieras como iba terminando tu vida poco a poco... muy poco a poco... con cada paso, con cada segundo más cerca de su partida, con una puerta cerrada tras él, con su última imagen tras el cristal, con sus pasos hacia el coche que lo llevaría de vuelta a casa, lejos de mí....
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