Este lado de la ventana

Mucha gente toma la decisión de sentarse en su sillón favorito a ver su vida tras un cristal. Un cristal que sólo permite al sentido de la vista lucirse por sí mismo pues ese vidrio no deja atravesar sonidos, olores y muchos menos el tacto.
Y yo me pregunto, ¿por qué?

Muchas personas que me conocen me admiran por no ser una de estas anteriores personas que tanta lástima despiertan en mí... y yo me pregunto por qué hay que admirar a alguien que quiere vivir su propia vida pese a las adversidades, obstáculos y demás hándicaps que se presentan, que lucha contra viento y marea por sus sueños y que no se rinde, que no cede su vida al destino y se limita a verlo pasar.

No, gracias.

Muchas veces pienso que esa postura, esa decisión de ser un mero espectador de tu propia vida es una decisión muy fácil de tomar, tan simple como sentarte a ver qué ocurre, y aceptar las cosas tal y como vengan, si es que en alguna ocasión viene algo, pues si ni tú mismo te preocupas por tu vida, nadie lo va a hacer por tí, de eso estate seguro.
También pienso que a la vez que es una decisión muy cómoda también es, y esta vez a muchísima mayor escala, es una decisión cobarde... ¿por qué yo tendría que ser así?
¿Porque mis circunstancias me obligan a ello? No... eso no es verdad.
Ninguna situación ni circunstancia te obliga a posicionarte a este lado de la ventana, solo tu propia mente o bien, la cobardía por enfrentarte a tu vida.

Yo ya elegí hace muchos años, de hecho, en mi mente no había otra opción. Ningún aspecto de mi personalidad me permitía plantearme cualquier otra vía que no fuera esta. Se convirtió desde el primer segundo de vida, en un aspecto fundamental de mi personalidad que, con el paso del tiempo y de los años, se iría forjando poco a poco hasta convertirme en lo que soy: partícipe y dueña de mi propia existencia, quizás no tanto física y tangible como psicológica y espiritual; un ente activo de este lado de la ventana.