El sueño, ese ser desconocido que nos sumerge en un mundo de fantasía.
Esa fuerza ajena que nos impide volver al mundo real.
Una presión que nos obliga a permanecer ahí, inmóvil hasta que se le antoja soltarnos de entre sus garras permitiéndonos diferenciar lo real de lo irreal.
Lo verdadero de lo inventado. La realidad de la ficción.
¿Cuan tan poderoso será para derrumbar sin proponerselo los planes matutinos perfectamente planeados durante los escasos minutos antes de caer en su poder?
Será que mi fuerza de voluntad no es tan fuerte y partiendo de la base de que es mi debilidad... no tengo nada que hacer salvo dejarme llevar y dormir... dormir... dormir...
Dulces sueños.
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